El Día de la Tierra es un día de celebración, y celebrar significa mostrar o sentir alegría o agrado por algo, y también festejar algo que lo merece. Así que no se trata de un día para estar quejándose y haciendo reclamos por las agresiones a los ecosistemas, el desentendimiento de las autoridades por el cambio climático, la proliferación de desechos plásticos o la extinción de las especies. No, para eso están los demás días del año.

El Día de la Tierra es esencialmente un día de reconocimiento, que conduce a una toma de conciencia. Comparativamente, es como ese día de comienzo del año en que nos prometemos a nosotros mismos que vanos a ser mejores personas de ahora en adelante, que haremos ejercicio, que eliminaremos la ingesta de grasas y chorizos, y que seremos mejores amigos. Así que nos ponemos los zapatos de goma y salimos a correr, comemos ensaladas con jugos naturales de fruta, llamamos a unos cuantos amigos que teníamos abandonados y sacamos de la biblioteca ese libro que compramos hace dos años y aun no habíamos leído. Es muy parecido, o debería ser: el Día de la Tierra es para tomar conciencia de ser mejores personas con el planeta. ¿Por qué? No solo porque es único, los planetas que ligeramente se le parecen están a centenares de miles de años luz, y a ciencia cierta no sabemos si allí existe alguna forma de vida o condiciones que la sustenten. Si la hubiere, las posibilidades de llegar a conocerla de nuestra parte son nulas; el contacto, en todo caso, tendría que venir de parte de esas “especies” y que, si logran hacerlo, sería porque son abrumadoramente mas inteligentes que nosotros, y nos verían como a unos microbios. Pero dejemos eso para los escritores de ciencia-ficción. Nuestro planeta es único por partida doble: por su exuberante diversidad biológica y porque no existe otro que conozcamos que sea medianamente parecido. Por eso debemos celebrarlo.

¿Como lo celebramos? Con pequeños gestos que ayudan a conservar esa biodiversidad, decidiendo que de ahora en adelante: no desperdiciaremos el agua ni la electricidad, no ensuciaremos los parques, plantaremos árboles, participaremos en seminarios y talleres ambientales, depositaremos los residuos en los contenedores apropiados, reciclaremos y reutilizaremos, revisaremos nuestros hábitos de consumo, y muchos más, la imaginación es el límite. Pequeños gestos de mucha gente pueden hacer la diferencia.

Por supuesto, la celebración del Día de la Tierra es voluntaria, pero debería estar en la conciencia de todos.

Dr. Juan Carlos Sánchez